He
tenido la suerte de poder ver de cerca todos los beneficios de las fundas en
cuanto a los beneficios ganaderos, pero como aficionada también me he visto
perjudicada en varias ocasiones. Por ello, me gustaría compartir con ustedes
todas las conclusiones a las que he podido llegar hasta el momento.
Resulta
evidente la mejora que han producido las fundas en el bolsillo del ganadero; se
asegura la presencia en plazas importantes al mantener las astas intactas,
tiene muchas menos pérdidas por cornadas, supera más fácilmente los
reconocimientos veterinarios en los festejos, etc. Pero también supone un gran
riesgo el procedimiento para ponerlas. Se requiere ir al cercado en el que se
encuentra el toro con un caballo o (en algunos casos) un coche, que corren el
peligro de ser embestidos. Si nos centramos en lo que debería ser una buena
ganadería de bravo, se trataría sin duda de un caballo.
Se
precisa de personal adecuado para llevarlo a cabo con éxito, que tenga
conocimientos del comportamiento de los toros, que sepa trabajar con
tranquilidad y seguridad, que sea consciente de los riesgos y los asuma de un
modo precavido y apropiado. Un mal movimiento con una puerta, el reflejo de una
sombra… una pequeñez de este tipo puede provocar que un toro remate en los
corrales y quede inhabilitado para su lidia. Parece que la mayoría de la gente
no es consciente de este factor y quizá este sea el motivo por el cual tras el
uso de las fundas los toros que saltan al ruedo presenten cuadros de
descoordinación o lesión muscular.
Otro
perjuicio que presenta su uso es la fealdad que produce en la estampa del toro
bravo. Si algo ha caracterizado a la ganadería brava ha sido la continuidad de
la tradición, pero hemos dejado que se pierda en un mar de tecnología y
contaminación. ¿Qué ha sido de las faenas a lomos de un buen caballo? ¿Dónde
quedó la actividad constante del hombre en contacto con el toro? Todo se pierde
y cada vez empeora más. En muchas ganaderías ya no extraña ver cómo se encierra
un lote de toros con un coche, destrozando la finca, rompiendo con la estética
y acabando con la naturaleza del toro. Resulta que todo esto que se comenta en
estas líneas se produce realmente cada vez que hay que mover ganado. Son pocos
los ganaderos que conservan las tradiciones de herrar a mano, tener una buena
cuadra (no cuatro pencos mal domados), un buen mayoral que conozca cada uno de
los animales y un buen equipo de vaqueros.
Parece
una exageración y quizá muchos piensen que me estoy yendo del tema, pero no es
así; sin todos estos factores bien cumplimentados no se puede obtener ningún
beneficio.
Por lo
tanto, de aquí saco mi primera conclusión, y es que las fundas sólo pueden ser
defendidas por aquellos ganaderos que están comprometidos a velar por el
cumplimiento de todo lo anterior. En caso contrario, lo único que se obtiene es
perjuicio hacia la condición del toro y por lo tanto de la propia ganadería y
de la Fiesta en su conjunto.
Asimismo,
me gustaría tratar el tema de los medios de comunicación y la afición en este
aspecto. No podemos negar que en la gran mayoría de las corridas los
productores del Canal + Toros enfocan las astas de los toros que se están
retransmitiendo. Y ya ni qué decir tiene los comentarios de los interlocutores.
No señores, no. Olvídense de tanta tontería, que los toros dan en el suelo y si
el equipo de veterinarios considera que es apto para la lidia déjenlos
trabajar.
Con esto
no quiero defender a los veterinarios, puesto que en mi opinión la gran mayoría
sabe que se trata de toros porque tienen cuernos y embisten, pero por lo demás
dejan mucho que desear. He podido estar presente en reconocimientos y apartados
en los corrales de algunas plazas y he visto cosas, a mis 17 años, que otros de
mucha más edad y se supone que experiencia universitaria no han sido capaces.
Y nos
estamos confundiendo. El papel de muchos de los “veterinarios” de plaza se
resume en lo siguiente: llegar, comprobar que los papeles de los toros estén en
condiciones, e inmediatamente posan la mirada en los pitones. ¿Pero en qué
facultad de veterinaria se enseña eso? Si se ponen fundas, al quitarlas hay que
eliminar los rastros de pegamento, a lo que se dice “están afeitados”, pero no
ven las puntas que llevan los toros (mejor no comentar). Si por el contrario no
se ponen, no hay forma humana de hacer entrar en sus cabezas que los toros
rascan en el suelo y se desgastan los pitones, pero su comentario vuelve a ser
“están afeitados”.
Las
fundas son un medio de proteger los pitones, y a pesar de los riesgos que se
asumen al colocarlas (que siendo controlados por gente adecuada se reducen
considerablemente), el costo de las mismas y la falta de estética, no puede
pasar inadvertido el número de toros que se salvan anualmente en el campo.
La
afición no es capaz de comprender hasta qué punto resulta duro para un ganadero
criar durante cuatro años un toro para que en el último momento por una
cornada, un derrote, una lesión… tanto por la pérdida económica como por la
pérdida de prestigio al eliminar una posibilidad de darle un triunfo a la
ganadería.
Para
concluir me gustaría situarme en la neutralidad, puesto que como espero que
haya quedado reflejado a lo largo de este artículo, no hay una posición clara
de beneficio ni perjuicio con el uso de las fundas. Todo tiene sus pros y sus
contras. Con ellas los ganaderos se aseguran la presencia en plazas mejores y
reducen el número de muertes en el campo, mientras que los aficionados pueden
disfrutar de un toro más íntegro. Sin embargo, los ganaderos necesitan invertir
en los productos necesarios, en herramientas de
trabajo y en un lugar apto tanto para el trabajo de los vaqueros como
para la comodidad del toro durante el proceso.
En el
caso de no utilizarlas se volvería a la ganadería tradicional, a esa belleza
campera que envuelve al hombre y al toro en un ambiente único que perdura en el
tiempo. Para aquellos que tenemos una visión romántica (entiéndase de evasión
de la vida cotidiana y expresividad del dolor y la emoción con gran
intensidad), esta tradición no debería perderse, ya que nos devuelve todo
aquello que una vez fuimos perdiendo. Esta artificiosidad envuelve al toro en
la sociedad actual, consumista, falsa, monótona, superficial y basada en las
apariencias.
Por
tanto, ¿hasta qué punto puede considerarse que las fundas son beneficiosas o
perjudiciales? Para mí personalmente se encuentran en un punto en el que no
sabría decidir cómo afecta a la tauromaquia actual. Soy partidaria de hacer uso
de las mismas únicamente cuando las condiciones son las adecuadas y siempre que
el terreno en el que se críen los toros sea duro y provoque el desgaste de los
pitones. Solución: criar los toros en un terreno que no haga necesaria la
utilización de las fundas, para poder disfrutar del ambiente campero y natural
que el ganado bravo puede proporcionar.
Irene Tirado Castellet